Por qué algunos animales desarrollan menos cáncer que los humanos

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A primera vista, los elefantes deberían ser uno de los animales con mayor riesgo de cáncer. Son enormes, viven muchas décadas y poseen muchas más células que los humanos, tres factores que, en teoría, elevan la probabilidad de que aparezca un tumor a lo largo de la vida.

Sin embargo, ocurre justo lo contrario. Su incidencia de cáncer ronda el 5 %, frente al 25 % aproximado en humanos. Un dato tan sorprendente que ha transformado la forma en que la biología evolutiva piensa sobre el cáncer.

La explicación está en su ADN. Y en cómo la evolución ha moldeado mecanismos extraordinariamente eficaces de vigilancia celular.

La Paradoja de Peto, por qué los animales más grandes no tienen más cáncer

En los años setenta, el epidemiólogo Richard Peto observó un fenómeno desconcertante, los animales grandes y longevos no desarrollan proporcionalmente más cáncer que los pequeños.

En teoría, más tamaño = más células = más oportunidades de mutación.
Pero en la práctica, esto no tiene porque cumplirse.

Es la llamada Paradoja de Peto, y los elefantes son uno de los mejores ejemplos de esta excepción evolutiva.

Su biología sugiere que las especies grandes han tenido que desarrollar mecanismos de supresión tumoral más potentes para poder existir. Y los elefantes llevan esta idea a su máxima expresión.

El guardián del genoma: TP53

En humanos, el gen TP53 es uno de los principales supresores tumorales. Se le conoce como el guardián del genoma porque detecta daños en el ADN y decide si la célula debe reparar ese daño o autodestruirse mediante apoptosis.

Nosotros tenemos una única copia funcional de TP53.

Los elefantes tienen 20 copias:

  • 1 copia funcional equivalente a la humana

  • 19 retrogenes que actúan como variantes complementarias

Esta multiplicación no es un simple “duplicado” genético. Es una estrategia evolutiva sofisticada que refuerza su capacidad para detectar y eliminar células anómalas antes de que se conviertan en un tumor.

Cómo funcionan estas 20 copias

Los estudios en Cell Reports (Sulak et al., 2016; Vázquez et al., 2018) revelan que estas copias adicionales de TP53 cumplen funciones complementarias:

Isoformas guardianas

Algunas variantes actúan reforzando la función clásica de p53:

  • Detectan daños en el ADN,

  • Aumentan la apoptosis (que es la muerte celular programada, un proceso biológico esencial que permite al cuerpo eliminar células innecesarias, dañadas o viejas de manera controlada),

  • Evitan que células con mutaciones sigan dividiéndose.

Isoformas señuelo

Otras funcionan como señuelos capaces de unirse a MDM2, una proteína que normalmente inactiva a p53.

Cuando estas isoformas “secuestran” a MDM2:

  • La p53 funcional queda libre,

  • La vigilancia anticáncer permanece encendida,

  • Aumenta la probabilidad de eliminar células peligrosas.

Es un diseño biológico brillante ya que unos genes protegen directamente, otros protegen a los protectores.

El resultado es un sistema anticáncer redundante y extremadamente robusto.

Una respuesta celular más contundente

Uno de los hallazgos más llamativos del estudio de Abegglen et al. (2015) es la forma en que las células de elefante reaccionan ante el daño en el ADN. Mientras que las células humanas suelen activar la reparación y, solo en casos más graves, iniciar la apoptosis, las células de elefante adoptan una estrategia mucho más estricta.

En experimentos comparativos, cuando ambas especies son expuestas a agentes que dañan el ADN, las células de elefante desencadenan la apoptosis entre 2 y 3 veces más que las humanas, incluso ante niveles de daño que en nuestra especie se considerarían “moderados”.

  • En humanos, el equilibrio se inclina hacia conservar la célula siempre que sea posible.

  • En elefantes, el equilibrio se inclina hacia eliminar la célula ante la mínima irregularidad.

Es un enfoque evolutivo radical, pero tremendamente eficaz. En organismos con miles de millones de células adicionales y una esperanza de vida larga, la tolerancia al riesgo tiene que ser prácticamente cero.

¿Por qué pueden “permitirse” eliminar tantas células?

Los estudios posteriores apuntan a que con un sistema de vigilancia redundante hace que más señales converjan hacia la misma decisión, eliminar la célula sospechosa. El resultado es un circuito molecular menos ambiguo y ante la duda desembocar en la apoptosis.

Desde una perspectiva evolutiva, este sistema tiene sentido:
Cuando tienes 100 veces más células que un humano, incluso un pequeño error puede amplificarse.

Para evitarlo, la estrategia de los elefantes es:

  • Tolerar menos mutaciones,

  • Eliminar más células,

  • Reparar menos y sacrificar más,

  • Minimizar la propagación de clones anómalos.

Es una versión endurecida del mecanismo humano, diseñada para gestionar una biología de gran escala.

Qué puede aprender la medicina humana de los elefantes

La resistencia al cáncer en elefantes no implica que la solución pase por copiar sus genes. La biología humana es diferente, y muchas de sus adaptaciones no pueden trasladarse directamente.

Pero sí podemos:

  • Identificar nuevas dianas terapéuticas, como los mecanismos MDM2–p53.

  • Comprender estrategias evolutivas que refuercen la vigilancia tumoral.

  • Diseñar tratamientos que imiten la redundancia genética de los elefantes.

Los elefantes no son resistentes al cáncer por casualidad.
Lo son porque la evolución seleccionó, durante millones de años, mecanismos que compensaran su tamaño y longevidad.

Su ADN actúa como un archivo de soluciones que la naturaleza ha ido refinando. Y entender esas soluciones puede iluminar caminos futuros para la oncología humana.


Referencias

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